Ese ir y venir de gente que, ansiosa de conocer lo que la
ciudad les depara, andan a paso ligero sin detenerse ante la multitud, más que
para ver una actuación espontánea que asoma en un gran círculo de personas
asombradas, o para observar los carteles y escaparates de los teatros, cines y
comercios de la zona. Donde el único momento de descanso es el que sientes al
tomar un café calentito en un de los cientos de bares que inundan el lugar.
La actividad nunca frena en este lugar, las calles se bañan
de miles de personas que viven en la ciudad o que la visitan, porque esta
ciudad está preparada para el turista.
Los conductores en sus vehículos intentan recorrer el lugar a más velocidad, pero el caos es sonoro. La actividad está en las calles, aceras, comercios, ningún rincón está exento del sonido.
En ese entorno caminar por las calle es dejarse ir, pues el ritmo que te ofrece el ambiente lo llevas sin darte apenas cuenta, es una actividad frenética que te lleva. No importa si es un día frío pues la calle te arropada por ese ir i venir. No importa si hay alarmas que suenan de policías, ambulancias o bomberos, el ruido de la gente y la cotidianidad de miles de sonidos, hace que pararse ante esto sea una casualidad.
Sin embargo al entrar en el edificio Capitol, la actividades se controlan, desde ese gran cine, hasta los apartamentos u oficinas, tienen sus actividades ordenadas y definidas, mientras vas ascendiendo en ascensor las plantas que lo conforman se reducen en tamaño, pero no en intensidad, al final te espera una terraza desde la que contemplar ese caos ordenado de una ciudad en movimiento que nunca duerme.
Un edificio que guarda, tras unas paredes viejas y vividas, historias nuevas cada día, construido en 1933, no se deja influir por los cambios, se adapta, pero nunca pierde su identidad. Punto de referencia en una ciudad sin límites, alberga un gran cartel de propaganda de schweppes que ilumina su última planta por las noches y durante el día te orienta en el lugar.
Si recorres sus calles partiendo de su entrada llegarás a
través de la Gran vía a la Plaza de España, o al otro extremo a la Plaza
Cibeles, en cambio si recorres sus calles por preciados puedes llegar a la
Puerta del Sol. Un espacio con vida en el que arroparte de desconocidos es
fácil, si eres turista repites, y si vives en ella la puedes odiar o amar, pero
desde luego la huella formará parte de tu identidad.
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